Hermafrodita era el hijo de Hermes, dios de los efebos y Afrodita, diosa del amor, se llamo asi por de la union de los nombres de sus padres. Hermafrodita era un joven adolescente, guapo, hermoso, que un día, en uno de sus paseos, llegó a un lago de limpias y cristalinas aguas, tan limpias y cristalinas que incluso podía verse su fondo. En él, vivía la ninfa Salmacis, joven, sexual y erótica náyade, cuyo placer consistía en adornarse con flores y velos primorosos para contemplarse después en el manso y reluciente espejo de las aguas. Al detenerse en la orilla del agua, Hermafrodita vio a Salmacis, quedando sorprendido y admirado por su belleza, pero cuando la ninfa le vio a su vez, se quedo sorprendida asimismo por su apostura y su belleza, quedando inmediatamente prendada de él, por lo que le dijo:
“ Feliz tú que si eres mortal y feliz la mujer que te ha nutrido en su seno, pero mucho mas feliz tu amada, si es que la tienes, pero si ella no existe todavía, si tu corazón es virgen todavía a los deseos y al amor, yo te amo, te deseo y quiero compartir contigo mi lecho.”
Hermafrodita, que ignoraba todo respecto al amor, se sonrojó al oír las apasionadas palabras de la náyade y huyó apresuradamente. Ella se dolió de su marcha pero nada hizo por retenerle, diciéndose a sí misma:
“Insistiendo en mi ofrenda sólo conseguiré intimidar aún más a ese joven tan hermoso. Lo mejor será ocultarme y dejar que el tiempo trabaje a mi favor.”
Así lo hizo Salmacis, que regresó seguidamente a las profundidades del lago, desde donde espiaba a todos los que se acercaban a la orilla, por si alguno de ellos era Hermafrodita. Ocurrió lo que esperaba días mas tarde. Hacía calor, por lo que Hermafrodita regresó al lago. Una vez en la orilla miró a su alrededor detenidamente por si aparecía Salmacis. Más tranquilo al no verla, se despojó de sus ropas y se lanzó al agua en la que estuvo refrescándose por espacio de algún tiempo, hasta que la náyade, sin poder contener más su pasión salió de su refugio y antes de que Hermafrodita pudiera impedírselo, se abrazó a él cubriéndole de caricias. El joven trató de desligarse de Salmacis, y entonces esta, no queriendo resignarse a perderle otra vez, invocó a los dioses:
“ Criaturas del cielo, escuchad mis votos y mis súplicas. Yo, Salmacis, deseo que nunca este joven pueda separarse de mí, ni yo de él.”
La leyenda sigue afirmando que los dioses se prestaron a la petición de Salmacis, escuchando sus ruegos, apiadados de su pasión y de su profundo amor por el bello Hermafrodita, e hicieron conjuntarse sus cuerpos, el uno al otro, como las ramas de un mismo árbol, pero participando a un mismo tiempo de doble naturaleza, o sea, de doble sexo, por lo que el aspecto de entre ambos era tan parecido que no se podía determinar dónde empezaba Hermafrodita y dónde Salmacis.
2 comentarios:
Es una leyenda asquerosa y monstruosa.
Es un mito asqueroso y monstruoso.
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